jueves, 5 de diciembre de 2013

Vale la pena.

Lo leí, y ni yo misma lo hubiese escrito mejor hoy...

"Si dudas, vale la pena. Si tienes miedo, vale la pena. Si te late, si te embelesa. Si existe, y existimos, vale la pena. Vale la pena si la sueñas, si aún piensas que es el último. Vale la pena si lo ves como el primero. Si tiemblas. Vale la pena si te planteas si la vale.
La cuestión es: ¿te merece la pena tanto castigo de síes y noes, de escarmientos, de terrores infundados, de futuros imperfectos del subjuntivo?
Quizás debieras acabar a tiempo y borrar el número de la memoria. Saltarte el renglón. Bajar por las escaleras. Cambiarte de nombre, de barrio. Salir corriendo. O estréllate. Cuanto antes.
¿Merecerá la pena? ¿Sabrás alguna vez si la mereció? Si sales corriendo, si pasas de leer la primera línea, si no marcas los nueve dígitos, si te acobardas, si sólo confías en el condicional y sales huyendo, te habrás estrellado solo y antes de tiempo. Y eso sí que da pena. No aprenderás."




lunes, 2 de diciembre de 2013

De las miradas




Cuando las palabras no importan, cuando no sabes qué decir . . . y solo los besos tienen el sonido de aquella palabra, la que no dice la boca, la que quedó ahí, en el silencio pero se escribe con la mirada . . . ¿Qué importancia tiene entonces la palabra? . . .

Será por eso que me basta con tu mirada. Porque es allí, más allá, en el fondo de ella, en lo profundo de su brillo, donde me dejas ver tu corazón, lo demás es de relleno. . .

A veces, las miradas hablan lo que los labios callan .



miércoles, 20 de noviembre de 2013

De mis vidas contigo (una de ellas)

Algunos detalles se me escapan, pero sé que esta vida que voy a contar, transcurrió en Francia. Principio del siglo XX, las primeras décadas. Todo andaba muy revuelto: estalló la primera guerra mundial y mucha gente murió combatiendo, o no. El mundo empezaba a cambiar.
Me llamaba Mia. Vivía con mi padre, mi madre murió siendo yo una niña. De muchacha mi padre me metió a trabajar en un taller con una sastra, para que aprendiese el oficio y pudiese sobrevivir yo sola si a él le ocurría algo. Aunque él siempre me dijo que lo mejor era que me casara con algún señorito rico y así no tendría que preocuparme de nada. Mi vida transcurría del taller a mi casa, dando puntadas y arreglando prendas hermosas de bellas damas, ricas y de buena posición. Mi salario era escaso y las horas de trabajo muchas. La sastra para la que yo trabajaba, Odette, se codeaba con gente de clases altas, les diseñaba vestidos que intentaban ir a la moda de lo que ahora era el último grito: faldas mas cortas, prendas de hombres puestas en cuerpos femeninos, vestidos de fiesta, flecos . . .
La mayoría de las veces, ella no diseñaba nada, su mente estaba atrofiada para ver más allá y venía a mi. Entonces yo le dibujaba un modelo que ella siempre consideraba atrevido pero que a las clientas, les volvía locas. Y así su negocio fue prosperando, gracias a mis dibujos y a su firma. En ocasiones me pedía que la acompañase a eventos donde las señoritas de clases altas lucían nuestros vestidos: fiestas, runiones con artistas, cenas . . .

Fue ahí, en una de esas fiestas a la que fui, donde conocí al que luego sería mi marido: Edmond. Era un hombre no demasiado guapo, no demasiado simpático, no demasiado hablador, no demasiado detallista pero con demasiado dinero. Era viudo y no tenía hijos. Mi jefa enseguida lo apaño todo cuando supo que Edmond tenía intenciones para conmigo. Además Edmond organizaba pequeñas pasarelas en las que Odette podría enseñar sus vestidos y venderlos a muy buen precio a las señoras adineradas. Para ella, era el nogocio perfecto. Para mi, solo una manera de sobrevivir: mi padre, estaba ya muy enfermo, no tardaría mucho en dejar este mundo y entonces me quedaría sola. Edmond, era una buena salida, aunque no la que yo deseaba.

La que yo deseaba era otra. Un muchacho, vivaracho pero con un toque misterioso, a mi me parecia guapisimo, siempre tenía palabras bonitas para mi, me buscaba, me quería, me admiraba, pero en secreto. Edmond nunca podía enterarse de aquello si no, no sé lo que hubiese hecho.
Su nombre era Dominique. Era un periodista que escribía y fotografiaba para un periodicucho de mala muerte.
Lo conocí en la calle. Tropezamos por casualidad, yo venía del taller de hacer unas pruebas y ver unas telas que habían llegado nuevas de américa. Yo, seguía yendo al taller de Odette porque me distraía, me sacaba de aquel mundo de hipocresía en el que vivía desde que me casé algunos meses antes. Él giró la esquina y tropezamos. Fueron segundos pero solo eso bastó. Sus ojos, negros se clavaron en los míos color miel. Su mirada me lo dijo todo. Su silencio también. Todos los dibujos que yo llevaba entre las manos se me cayeron al suelo y no supe reaccionar. Se quitó su gorrita, se disculpó y se presentó. ¿Por qué no me lo había encontrado unos meses antes? ¿Hubiese cambiado mi vida? Dominique se agachó y lo recogió todo. Luego me invitó a un café por su torpeza. Hablamos. Reímos. Nos conocimos, aunque parecía que ya nos conocíamos de hacía tiempo . . .
Desde aquel encuentro casual, hubieron otros. Yo buscaba excusas para salir de casa, decía que iba al taller a ayudar a Odette, o que tenía que hacer alguna compra. Aprovechaba cuando Edmond estaba de reuniones con los amigos, o iba a no sabía muy bien dónde.

Yo me había convertido en una señorita de la alta sociedad parisina y no estaba muy bien visto que me codease con gente de la calle como Dominique. Nos veíamos en el taller, mientras yo diseñaba algo, otras veces ibamos a alguna pensión oscura por el barrio de Montmartre. El vivía allí, o más bien sobrevivía allí. Rodeado de artistas, pintores, escritores. A Edmond ese mundo no le gustaba nada. Pero a mi empezaba a fascinarme.

Y así yo me escapaba de mi mundo de mierda en el que estaba sumergida y Dominique, alimentaba su alma a base de verme a escondidas, con excusas de escribir algún artículo para el periódico o haciéndose el encontradizo por las calles de la ciudad.

Tres años, viéndonos así, compartiendo las pequeñas cosas que podíamos que no eran muchas, porque el tiempo era limitado, pero a mi me daban la vida. A él también. Entonces pasó algo que nos cambiaría la vida. Yo me quedé embarazada. El bebé era de Dominique, porque Edmond, no podía tener hijos. No los tuvo con su anterior mujer y tampoco los tuvo conmigo. Edmond se enteró, y no tenía que hacerlo. Yo no lo había planeado así. Odette se lo contó. Yo confiaba en ella, y ella me traicionó. Creo que pensó que de esa forma Edmond me repudiaría y así ella podría beneficiarse. Aún no sé muy bien de qué manera pensaba hacerlo.
Edmond llegó a casa muy enfadado, gritaba, no había manera de hablar con él, me juró que ese niño no nacería. Después, tuve que salir corriendo de casa. Lo hice sin que él lo supiera. no me llevé nada. Solo lo puesto. Fui llena de magulladoras y moretones a buscar a Dominique. Cuando me vió, no hizo falta hablar. Yo estaba sentada en su portal, dentro, para que nadie me viese. Lloraba. Él me abrazó, me cogió de la mano y fuimos a buscar a un amigo. Le pidió dinero para irnos.

Escapamos. Los dos. Ya no éramos tres. Sólo dos. Fuimos lejos. No recuerdo bien dónde. Lejos de Edmond. Lejos de Odette. Lejos de Montmartre. No pude tener más hijos. No nació, pero le quise con el alma. Fue la razón por la que mi vida, de mierda, cambió. Ahora no era rica, ni vivía con ninguna clase de lujo, ni me codeaba con lo más destacado de París, pero tenía a mi lado a la persona que más feliz me hacía del mundo. Yo seguía cosiendo, ahora ya no hacía bonitos vestidos. Remendaba los trapillos que la gente del pueblo donde fuimos a parar me traía. Dominique, hacía retratos a quien le podía pagar. Pudimos querernos, sin escondernos. Compartíamos lo poco que teníamos, todo lo demás, era de relleno . . .

domingo, 13 de octubre de 2013

Comiéndote a besos



Fueron cuatro los segundos que pasaron
hasta que pude encontrarte entre los rostros congelados
Y pasó una eternidad al mirarte y contemplar
en tus ojos reflejada mi mirada
Y hoy bendigo las razones casuales por las que decidiste
elegir mi banco para esperar, para encontrar...
Fue tu roce, fue tu aroma, despertando mis hormonas,
lo que me obligó a cerrar la mente y respirar, y controlar la activación

Y mi razón se convirtió en buscarte entre las calles, en los parques, tiendas, bares; en sonrisas y destellos de cristal
Quien siguió la consiguió y esta historia comenzó a brillar.
Y buen día te atreviste a confesarme que tenías tanto miedo a que yo supiera de tu realidad, y no comprendes…

Que no es tu signo positivo el que invierte en conflictivo
las cosas del querer.
Que eres tu quien me revuelve, que eres tu quien me enamora,
tu quien me convierte en la mejor persona.
Y si tengo que gritarte lo que siento:
Te digo que te quiero con tu suerte, con tu mierda,
con pasado, con presente, con o sin enfermedad.

 Y tú no ves que quiero seguir comiéndote a besos…


Y es que el miedo que yo tengo es simplemente
no poder saborearte lo suficiente
Es dejarte escapar, es vivir sin apostar
por quien juega con la mano más potente;
Son tus ojos, no tu sangre, los que arrastré a mi cama,
cada noche y cada día al despertar...
Y es tu sexo, no tu sangre, el que se adentra protegido
entre los huecos más oscuros de mi intimidad, y no comprendes...
Que es tu risa, no tu sangre, quien contagia de alegría,
las esquinas, los rincones de mi vida
Que eres tú, que no es tu sangre, quien invade de felicidad mis días


Que no es tu signo positivo el que invierte en conflictivo
las cosas del querer
Que eres tu quien me revuelve, que eres tu quien me enamora,
tu quien me convierte en la mejor persona
Y si tengo que gritarte lo que siento:
Te digo que te quiero con tu suerte, con tu mierda,
con pasado, con presente, con o sin enfermedad.

     Y tú no ves que quiero seguir comiéndote a besos…



María Rozalén

domingo, 29 de septiembre de 2013

De "TÚ", de "YO", de NOSOTROS . . .



Eres tú y no eres tú.
Eres todo y no eres nada.
Te recuerdo y te olvido.
Te amo y te odio.
Te acercas y te alejas.

A veces tienes una cara y a veces tienes otra.
A veces te reconozco y a veces no.

Tú, puedes ser tú, o puedes ser muchas otras personas.  A veces tienes cuerpo, y a veces solo existes en mi mente. A veces puedo tocarte, y a veces eres efímero. A veces te tengo, y a veces te pierdo.


Me hablas.
Te callas.
Me llamas.
Me ignoras.



Y yo no sé si existes o no. Si eres sueño o realidad. Porque a veces te veo, y otras no. Estas en mi vida y a la vez estas fuera de ella.


Vienes.
Me quieres.
Me exprimes.
Te vas.


Hoy, su cara (la de ella), su cuerpo (el de ella), no es el mio; es otro.


Mañana . . .
Vienes.
Me quieres.
Me exprimes.
Te vas.


Hoy tu cara (la tuya), tu cuerpo (el tuyo), no es el tuyo; es otro.


Y mañana . . .
Vienes.
Voy.
Me quieres.
Te quiero.
Me exprimes.
Te exprimo.

Te vas.
Me voy.

Así es el juego.
Así soy yo, cuando soy yo, o cuando yo es otra.
Así eres tú cuando eres tú, o cuando tú eres otro.



viernes, 14 de junio de 2013

De los besos . . .





Hace días pasé por la puerta de una librería por la que paso casi a diario. Siempre me paro a ver los nuevos libros y de repente leí un título que me llamó la atención: Catálogo de besos. Y pensé, joder, nunca había caído en ello, pero realmente existen tantos besos como personas han estado en tu vida: cada una con una forma de besarte, de mirarte, de quererte, de entenderte . . . cada una, tiene un beso, su beso, su momento que siempre quedará en tí. Entonces pensé, y mis besos, ¿son todos iguales? . . . No:

El beso de perdón: el que se da después de la pelea, del desacuerdo, un beso para volver a poner todo en orden, para decir que a pesar de las diferencias, te sigo queriendo. Las diferencias también son bonitas.

El beso apasionado: se nota la pasión, las ganas. Este beso puede tener matices, puede empezar siendo suave y luego te dejas llevar por el huracán que empiezas a sentir dentro. En otras ocasiones la pasión se apodera del momento desde el principio. Igual de bonitos son los dos.

El beso nunca dado: el que quedó ahí, en el silencio, el que se escribe con la mirada  . . .el que no has dado hoy y quizás no des nunca, solo existe en el deseo, el que tenias que haber dado y no diste . . .

El beso de buenos días: el que apenas te has despertado (quizás ni eso) sientes en las comisuras de los labios. Te hace sentir viva, te da energía para el resto del día, y vas a poner las tostadas con más ganas de desayunar que nunca. Normalmente después de las tostadas vienen otros muchos besos de buenos días durante todo el día . . .

El primer beso: el que das sin saber muy bien qué tienes que hacer. Te sientes temblar todo y no puedes hacer nada para que no se te note demasiado. Pero hay muchos primeros besos . . . existe un primer beso para cada una de las personas que se han acercado a tus labios. Todos especiales, cada uno con su matiz . . . cuando has dado el primer beso, ya sabes si habrán otros o no.

El beso de abuela: son los más entrañables y tiernos de todos, porque además te lo da una personita que sabes que te ama con el corazón, y que llegará el día que por ley de vida, no podrá dártelo más. Suelen ser muchos seguidos y en la frente. Yo recuerdo los de mis abuelas con ternura.

El beso de amigo: estos son  también muy entrañables, más o menos como los de las abuelas pero tienen otro fondo. El beso de amigo es de los mas sinceros que existen. Cuando un amigo es capaz de romper la barrera del espacio vital que os separa y te da un beso, acompañado de un abrazo y un te quiero, es lo más bonito que te puede suceder. Ese amigo es para siempre.

El último beso: al igual que el primer beso, existen muchos últimos besos. Cada último beso que das a cada persona. Algunos los das sabiendo que ese será en último, otros no y se convierten en últimos besos con el tiempo.

El beso suave: el que casi sin pensarlo, sale solo, suavemente, sin forzar: era el momento. Deseado, ansiado, soñado y ahora disfrutado. Uno de los mejores sin duda alguna.

El beso que no has podido evitar: yo no quería, pero se echó encima. Después de este beso te bajas del coche y dejas claro que no volverá a ocurrir. Se convierte automáticamente en el último beso.

Seguro que existen otros muchos  . . . cada uno especial.

¿Y tú, añadirías alguno?


miércoles, 12 de junio de 2013

Tal día como hoy.



Tal día como hoy, hace un año . . .

Y creo que tengo poco más que decir. Tal día como hoy hace un año que decidió poner fin, decir adiós, hasta aquí hemos llegado. Y a veces he sentido pena, me he acordado y me da sentimiento.

Lo siento, no puedo hacer más . . .

Tal día como hoy, hizo un año . . . y soy feliz.