He encontrado un artículo que me ha parecido muy interesante, así que os lo dejo para que lo leaís:
( . . . ) “El problema es que conseguir sexo es tan fácil, que se ha desvalorizado”, opina Antoni Bolinches,
psicólogo y sexólogo. Del mismo modo que se compran productos que no se
necesitan por el simple hecho de que están rebajados, “somos ciudadanos
consumidores, vivimos en sociedades de consumo, y el sexo también se ha
convertido en un objeto de consumo”, apunta Edurne Jabat,
profesora asociada de Sociología de la Universidad Pública de Navarra e
investigadora de temas de género y sexualidad. Así que en las encuestas
la mayoría de la gente quiere sexo con algo más. Pero, luego, parece
que el que no se apunta a la fiesta del sexo por el sexo se está
perdiendo algo. “Da la impresión de que, hoy en día, lo que no puede
pasar es que digas que no tienes sexo, que estás en plan sabático,
porque entonces te compadecen”, opina Najat el Hachmi.
Aparte de que uno pueda ser más o menos atractivo o tímido, parece
evidente que conseguir sexo por puro placer está al alcance de mucha
gente. Sábados noche, portales de internet que
facilitan encuentros sexuales, amigos con derecho a roce, clubs de
intercambio de parejas, miles y miles de solteros de todas las edades,
emparejados con ganas de tener un desliz… Como señala Edurne Jabat, hay
un discurso muy visible “que incide en la importancia de una sexualidad
activa no necesariamente vinculada a un contexto de pareja estable.
Algo así como la puesta en valor de una idea del sexo como algo
saludable, legítimo, parte de la expresión del yo y de la comunicación
con otros. Además, las relaciones sexuales esporádicas devuelven la
sensación de anclaje”, quizás muy necesaria en una sociedad en la que
los vínculos personales y laborales son cada vez más inestables.
“Anclaje a una persona en una relación de intensa apertura física o
emocional o anclaje identitario al sentir que ‘he ligado’, ‘he tenido
sexo’, ‘tengo éxito’, ‘soy deseado’, ya que de algún modo es un logro de
un bien socialmente deseado”.
Lady Gaga, icono del siglo XXI, asegura que no tiene
sexo sin amor porque podría arruinar su energía. Quizás esta postura y
sus extraños vestidos sean una forma de llamar la atención o, como dicen
los expertos en marketing, de ganarse un nicho de mercado. Pero no deja
de ser curioso que se haya convertido en noticia que ella y otros
referentes del mundo del entretenimiento, como Robert Pattinson, protagonista de la serie Crespúsculo,
defiendan el sexo con amor. ( . . . . )
¿Cuál es el menú del que disponemos? ¿Estamos obligados a elegir
entre dos platos: sexo con o sin amor? Quizás hay más variantes: sexo
durante el enamoramiento, sexo con amor, sexo con algo de afecto o sexo
sin nada de nada. “Sin duda, el mejor es el sexo en la fase de enamoramiento.
Es el que prefiere, creo yo, la mayoría de la gente”, considera Antoni
Bolinches. Cuando el sexo es mucho más que la satisfacción de una
pulsión. “Se ha visto que, en una primera fase del deseo sexual, hay una
motivación para buscar pareja –explica Mara Dierssen, neurobióloga del Centro de Regulación Genómica de Barcelona–. No hay una preferencia por alguien. En el hombre pesa la testosterona, y en la mujer, la fase del ciclo sexual”. ¿Y cuando, ay, aparece él o ella? “Si te enamoras algo cambia. Se activa el sistema dopaminérgico,
que es el relacionado con la recompensa. Es decir, queremos repetir.
Eso también puede pasar si sólo hay sexo. Pero con el enamoramiento,
además, se activa el sistema noradrenérgico, que es el que te permite
enfocarte en esa persona; por eso estás más obsesivo. Y, seguramente,
también se activa el sistema serotoninérgico, relacionado con el estado
de ánimo”. Así que el sexo con enamoramiento parece la tormenta química perfecta.
“El problema es que antes o después se acaba –señala Antoni
Bolinches–. Quedas saturado”. Es entonces cuando la pareja puede entrar
en la fase del amor estable y tranquilo. “Es el sexo con amor. Aquí hay
muchas ventajas porque los amantes se conocen, saben darse placer, y ese
buen sexo no tiene por qué acabarse. Pero hay una gran amenaza: la
rutina”. Esta fase puede durar muchos años. Pero nadie está
completamente a salvo de las tentaciones o las crisis. Pero cuando no
hay crisis, como una mala época con la pareja o problemas en el trabajo o
con los hijos, que puedan hacer que una persona ponga su deseo en
otras, “también puede intervenir el aburrimiento –apunta Mara Dierssen–.
El sistema dopaminérgico se activa por conductas que dan placer y
también por la novedad”. Por eso, como explica Antoni Bolinches, es
necesario “introducir novedades en la vida sexual en pareja”. El sexo
con enamoramiento y el sexo con amor, además, son más generosos que el
sexo sin en otro beneficio: la socialización. “Somos seres sociales.
Ambos tipos de sexo nos hacen sentir que gustamos al otro, que tenemos
su aprobación, que hay afecto”, añade Mara Dierssen.
Algo de afecto también hay en un sexo sin
enamoramiento y sin amor. Por ejemplo, dos amigos con derecho a roce,
dos conocidos del trabajo que en una cena de empresa deciden conocerse
un poco más, dos desconocidos que conectan… Puede haber un poco de
cariño, un poco de comunicación, un poco de afecto. Se diferencia del
sexo completamente sin en que en este último no hay comunicación más
allá de la epidermis. En el sexo sin más, la otra persona sólo interesa
en la medida de la propia satisfacción. Dos cuerpos sin historia
personal. “Este sexo puede estar muy bien, porque satisface una pulsión.
Y es muy típico y necesario cuando una persona se inicia en el sexo y
necesita experimentar y conocer otros cuerpos”, opina Mara Dierssen. Una
persona de veinte años que acaba de debutar en el sexo quizás no eche
de menos el amor. Como tampoco quizás lo eche de menos alguien que, con
cuarenta, por ejemplo, decida que, de momento, no quiere nada más. Y
pueden disfrutar mucho. Para Antoni Bolinches, “tiene que ver mucho con
la fase de la vida en la que uno esté”.
O con la hora de la noche y el sentimiento de soledad
que se tenga. El problema llega cuando uno quiere sexo con y sólo
encuentra sexo sin. “He hablado con personas que tienen varios amantes y
ya ni disfrutan –señala Najat el Hachmi–. Y he hablado con muchas
personas, mujeres, sobre todo, que se conforman con el sexo porque por
lo menos así sienten alguna caricia. Lo que pasa es que creo que son
cosas que no se dicen, como si quedara mal reconocer que uno necesita
amor”.
Quizás porque el amor puede traer muchas más complicaciones que un
simple revolcón. Y no todo el mundo está dispuesto a arriesgarse. El
éxito del sexo sin amor puede residir, también, en que es un deporte
fácil y placentero. Mientras que quizás el amor es un deporte de riesgo…
emocional. Para Najat el Hachmi, una de las razones de la facilidad
para conseguir sexo por puro placer es que puede ser una forma de evitar
una comunicación real. “Es más fácil una relación sexual que una
sentimental. Por ejemplo, me da la impresión de que, hoy en día, muchas
mujeres huyen de sus madres. Del papel de estas como mujeres pasivas. Y
quizás hay un miedo emocional a vernos en un papel parecido. Y ha calado
la idea de que el amor es cursi. Es curioso que me costara más escribir
la parte más romántica, por decirlo así, de la novela, que la parte más
sexual”. Quizás tampoco ayuden algunas versiones del amor, demasiado
azucaradas para estos tiempos en los que lo light está de moda.
Para Edurne Jabat, “ese amor es frágil porque está sometido a
exigencias y presiones de un mundo laboral flexibilizado, y está también
sometido a los proyectos individuales de autorrealización personal de
cada uno de los miembros de la pareja, de modo que ese amor conlleva un
alto riesgo de fracaso”.
Así que mucha gente corre en dirección contraria al amor. Asimismo,
como explica Antoni Bolinches, “en los casos más compulsivos de búsqueda
de sexo sin más, hay una necesidad muy fuerte de reafirmación
personal”. Pero ¿realmente es posible tener una relación sexual sin
nada, aunque sólo sea unos gramos, de afecto? Seguramente, el ejemplo
más extremo de sexo sin más sea la prostitución. Para
Najat el Hachmi, “es imposible tener sexo sin algo de intimidad, a no
ser que te pongas un preservativo de arriba a abajo”. Si partimos de la
base de que algo debe gustar la otra persona aunque el contrato sea de
sexo sin más, hay que tener cuidado con la letra pequeña. Porque no todo
se puede controlar. “Conozco a muchas personas que se ponen barreras
contra el afecto: ‘Yo tengo sexo pero que no se quede a dormir’. Pero,
luego, están varios días hablando de que esa persona que no querían que
se quedara a dormir no les llama. Creo que tener sexo sin nada de afecto
es un esfuerzo muy difícil”.
Como es difícil decretar cuál es el mejor tipo de sexo. La lógica
diría que el que incluye más cosas, como el sexo con enamoramiento o el
sexo con amor. Aunque en temas de emociones y pulsiones la lógica no
siempre gana. El sexo por el sexo no siempre es un
sucedáneo de otra cosa. Puede ser una fase de aprendizaje o,
lógicamente, la mejor manera de satisfacer una pulsión. Pero, cuando se
quiere otra cosa, tras el placer uno puede sentir que le falta algo.
Entonces, si hubiera que elegir entre sexo con o sexo sin... Hagamos una
pregunta algo tramposa: ¿qué se llevaría uno a una isla desierta aparte
de un libro electrónico? ¿alguien con quien tener sexo sin amor o
alguien con quien tener amor sin sexo? ( . . . . )