sábado, 30 de abril de 2011

Del odio a la mentira . . .


"Mentimos por aparentar, para agradar, para hacer mal a quien no queremos… Puede que la mayoría de las veces mintamos para protegernos, porque tenemos miedo. Mentir es de cobardes. Mentimos a quien nos importa, porque la mentira es la única manera de preservar la esperanza, el consuelo, por nuestra serenidad, por la del otro. Por eso existe el autoengaño, que es la peor forma de mentira, la que se ejerce contra uno mismo.

El mentiroso es egoísta: no entrega la verdad porque eso lo muestra desnudo, lo desarma y lo muestra sin disfraz ni careta.

Para mí, hay diferentes tipos de mentira y su correspondiente escala en mi esquema de odios profundos:
  • Las mentiras interesadas. Éstas son las mentiras más corrientes, las que no suelen ser trascendentes para lo que de verdad importa. Las usamos para lograr algo. Con ellas contraponemos a la verdad para justificar un retraso, una ausencia, una mala cara tras una mala noche… Suelen ser mentiras huecas, sin más nada detrás. Tampoco exigen mucho esfuerzo para recordar después el argumento de la trola.
  • Las mentiras increíbles: las historias para no dormir. Hay mentiras que ni el mejor guión de Hollywood. Resultan tan falsas que cuando te las están soltando te dan ganas más que de llorar, de reír. Este tipo de mentiras suelen ser fruto de una mente descerebrada: no suelen tener tampoco maldad. Requieren de una excelente memoria.
  • Las famosas mentiras piadosas. Aunque de compasivas tienen poco, las mentiras piadosas sirven para que el otro no sufra con una verdad contra la que no puede luchar. Una mentira siempre es una injusticia porque es jugar con una carta bajo la manga. Todo el mundo tiene que tener derecho a esa pelea contra lo que se considera irremediable.
  • Las tontas mentiras, que se podrían sustituir por la verdad. Hay mentiras que no se sabe por qué se sueltan. Suelen ser efecto del drama, de la histeria de un momento puntual, de la vergüenza, de la negación del principio de que lo que es, es… Son mentiras que acaban cayendo por su propio peso, porque la verdad sale a flote antes o después y hace quedar al que las pronuncia como un auténtico mongolo. Pero lo peor es que, cuando la recibes con agrado, el tonto eres tú, por creer, por justificar, por pensar que lo que tenías antes en mente era fruto de una de tus neuras…
  • Las propias mentiras: el autoengaño. Y de la anterior se deriva el autoengaño, cuando la verdad se presenta de una manera clara y distinta y sigues empecinado en la oscuridad, en buscarle las sombras, las aristas…
Hasta que un día amaneces y miras de verdad lo que antes no querías ver, lees, escuchas, recuerdas, piensas, reflexionas y te das cuenta de que no merece la pena seguir por ese camino, que creer una mentira es la peor deshonestidad que puedes tener hacia ti mismo. Te sientes triste, manipulado, rabioso porque el mentiroso, que es como un niñato cobarde que va inventado excusas para su inmadurez, no ha tenido el valor de descubrirte la verdad a la cara.

Puedes llegar a sentir pena, porque su mentira sólo demuestra su fragilidad, su inseguridad hacia la que él piensa que es su verdad. Pero esa no es la fórmula. Al mentiroso hay que tratarlo con indiferencia después de hacerle ver que lo has pillado, para que sienta vergüenza, como lo que es, un niñato al que se le ha cogido en falta. Hay que echarlo de la mente a patadas, desearle que se consuma en su propia mierda y en su propio mundo falso. Porque un mentiroso sólo puede vivir en la mentira.

Al mentiroso, al final, sólo hay que desearle suerte y que le dure. Porque la verdad, como su caída, será dura y tendrá que lidiar con ella: pocos capotazos le va a dar antes de clavarle la estocada definitiva."

viernes, 29 de abril de 2011

Del compañerismo . . .



Ahora tienes que hacer un pequeño trabajo, escribir en un folio qué es para ti el compañerismo. Y entonces me quedé callada y le dije, déjame que lo piense bien y te lo doy mañana . . .

"Si analizamos la palabra COMPAÑERISMO, se puede ver claramente que está formada por una raíz compañer- y un sufijo -ismo.
Evidentemente la raíz viene de la palabra compañero, que según la RAE es la persona que se acompaña con otra para algún fin.
El sifijo -ismo deriva del latín, y éste del griego. Se usa para formar sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos. En otras ocasiones indican actitudes.

Por tanto de aquí se deriva que el compañerismo es la actitud de ser compañero. Pero llegados a este punto, quizás habría que preguntarse ¿qué es ser compañero?

COMPAÑERO  es aquel que te acompaña, es aquel que te mira a los ojos y sonríe, es aquel que grita un ¡buenos días! por la mañana, compañero es aquel que te lleva de la mano, es aquel que te presta su hombro para que derrames tus lágrimas, es el que trabaja codo con codo para conseguir un objetivo, es el que te agradece y tambien aquel que te dice la verdad, es el que te escucha y aquel que necesita ser escuchado, es el que te aconseja.

COMPAÑERO  es el que te COMPrende, el que COMParte, el que se COMPenetra contigo, el que siente COMPasión, es tu COMPinche, es aquel que es COMPlaciente, es el que no COMPite, es el que no COMPara, es aquel que va a COMPás del grupo, es el que está ahí cuendo te ve COMPungido, es el que tiene un COMPortamiento sincero para con los demás, es el que hace fácil lo COMPlicado, es el que se entrega COMPletamente.

Es el que CON PASIÓN, COMPARTE lo mejor de él y se COMPROMETE por una causa que cree justa.

Cabría preguntarse entonces ¿SOY YO COMPAÑERO?"

lunes, 25 de abril de 2011

De las decisiones . . .




Tomamos decisiones constantemente: café solo o con leche; escuchar las noticias o escuchar música; como ensalada o pasta; me corto el pelo o mejor me lo dejo un poco más largo; compro las cortinas lisas o estampadas; falda o pantalón . . . y así toda la vida.

Pero normalmente las decisiones que tomamos hoy, repercuten siempre de alguna manera en nuestro mañana . . .

¿y si me estoy equivocando de decisión?

¿y si decido sí, cuando tenía que haber dicho no?

¿o y si digo no, cuando en realidad quería decir sí?

¿cómo sé si estoy eligiendo lo correcto?,  y más aún ¿cómo sé si lo que estoy decidiendo hoy, no es lo que quiero mañana?
¿podré entonces cambiar de decisión sin hacerme ni hacer daño?

sí, no; derecha, izquierda; blanco, negro. . .
 . . . nunca estoy segura del todo . . .

sábado, 16 de abril de 2011

De la invisibilidad . . .




Dicen algunos que a cierta edad nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que solo cabe el ímpetu de los años jóvenes.

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable. Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora.

Ahora sé que no soy la princesa del cuento de hadas y que no necesito que me venga a salvar un príncipe azul en su caballo blanco, porque ni soy una princesa, ni vivo en una torre, ni tengo un dragón que me esté custodiando.

Hoy me reconozco mujer, capaz de amar.
Sé que puedo dar sin pedir, pero también sé que no tengo que hacer nada, ni dar nada que no me haga sentir bien.

Por fin encontré, hasta ahora, al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades y de equivocarme, de no responder a las expectativas de los demás y hasta hacer algunas cosas indebidas. Y a pesar de ello, sentirme bien.

Y por si fuera poco, saberme querida por muchas personas que me quieren por lo que soy, sí . . . así un poco loca, mandona y muchas veces terca. También cariñosa, habladora, besadora, abrasadora y a veces, por algún motivo, triste, porque también tengo mis momentos tristes, esos en que pongo mi cara larga con un aire de pensadora y me da por llorar.

Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui en el pasado . . . sonrío a la que soy hoy . . . me alegro del camino andado y asumo mis errores.

¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños!
¡Qué bien! ya aprendí a tener paciencia. El ser humano tarda mucho en madurar, ¿verdad?

Hoy sé, por ejemplo, que no puedo retener el mar, aunque cuando estoy "con él", quisiera nunca tener que dejarlo.
Hoy solo lo contemplo, me lleno "de él", y cuando llega el momento de partir, me despido diciéndole: ¡hasta pronto!

También hoy sé que mis amigos y amigas son peregrinos del mismo camino, y que en cualquier momento nos encontramos y nos queremos.

Hoy sé que nadie es responsable de mi felicidad, ¡¡solo yo!!

Hoy sé que el viento extiende sus brazos cuando camino por la calle. Y que solo depende de mí sentirlo.

Hoy sé que la vida es bella. . . . . . . . .  Porque la he visto partir muchas veces.

Hoy vivo la vida así como es, bonita con sus ires y venires, cos sus amores y desamores, con sus ratos de marea baja, con sus puestas de sol, con su ruido incesante.
Solo quiero dejarla correr. No quiero pedirle nada. Solo lo que yo me busque, solo quiero lo que yo merezca.

Hoy me doy cuenta que no soy una mujer invisible.

miércoles, 13 de abril de 2011

De tu recuerdo . . .

Y te ví . . . hoy te ví y allí estabas tú, como siempre.
Yo te esperaba pero no creía que volverías a ponerme nerviosa.

Y te ví . . . y no sabía si acercarme, o si huir.

Y me sentí culpable de haberme marchado y no pararme, mirarte a los ojos, preguntarte si la vida te sonríe. Me sentí morir, pero ¿acaso tú te preocupastes de mí?  ¿de cómo arrasastes mi vida cuando te fuistes? a pesar de ello, me sentí culpable de marcharme y no acercarme a ti.

Sólo un saludo nos bastó a los dos.

Y comprendí entonces, que todo lo vivido, que todo lo sufrido, que todo lo llorado, que todo lo gritado, que todo lo sentido, que todo lo penado, que todo lo odiado, que todo por lo que te he amado, está ahí, en algún lugar en lo más hondo.

Y que seguirás estando ahí.

Tu recuerdo . . . tú, seguirás estando ahí . . . en algún lugar, por siempre dentro de mí.