Pido perdón, por insistir.
Pido perdón, por no entender en ese momento, que no era el momento.
Pido perdón, por agobiar con mis preguntas.
Pido perdón, por no haber dicho: vale, confío en ti.
Pido perdón, por haberme dejado llevar por el miedo a perderte y actuar a la desesperada.
Pido perdón, por preocuparme demasiado.
Te pido perdón, por quizás, haber actuado mal . . .
Te pido perdón, y te pido que comprendas: que no lo hacía solo por mí, si no también por tí; que me cogió tan de sorpresa que no sabía cómo hacer y ni siquiera sabía si tenía que hacer algo; que también me sentía parte integrante; que yo también tenía mi necesidad de no quedarme sin saber nada; y sobretodo, quiero que comprendas que no quiero perder tu amistad, tus risas, tus llantos, tu persona, tu esencia, a ti. . . . Por eso me dolieron tus palabras de abandono . . . . asumo mi parte de culpa porque sé que agobié, pero a pesar de ello, no puedo evitar el quemor.
Sólo me gustaría, poder saber de ti dentro de un tiempo y poder tratarte con normalidad, con cordialidad . . . . no me gusta perder a gente que aprecio por el camino, me duele . . .
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