jueves, 12 de mayo de 2011

Del castillo, a la arena. (o de cómo asumir la decepción y no morir en el intento)


Mi primo, una de las personas con las que más confidencias comparto, más alegrías, más conversaciones, preocupaciones y momentos vividos, está terminando su tesina. Y me alegro mucho por él: todo el esfuerzo que lleva haciendo desde hace casi dos años al fin verá la luz. Claro que me alegraría mucho más si consiguiera una plaza en cualquiera de las comunidades en las que se presentó a las oposiciones (le llegará su momento, no lo dudo).
Pues bien, ayer, me explicó parte de su tesina de filosofía. -Mi tesina habla del concepto de decepción...- -¿de la decepcion? a ver, explícame...- y estuvimos hablando, sacando conclusiones, analizando experiencias... y él lleva razón: el ser humano no está diseñado para asumir la derrota.

La derrota, la decepción llega cuando nuestras expectativas no se cumplen.

Tenemos una tendencia natural a construir castillos en el aire, a soñar, a imaginarnos cómo será mi vida, cómo reaacionará aquella persona, cómo será mi trabajo, mi casa, mis hijos, mi perro, el traje que me voy a comprar... inevitablemente, planeamos el futuro. Y claro, ya que soñamos, nadie sueña con que su vida vaya a ser peor que la actual. Nuestras expectativas, siempre son altas.

Además de construir un castillo en el aire, nos permitimos el lujo de ponerle su torre, sus almenas, su foso, porque ¿qué sería de un castillo sin foso?, su dragón, su princesa y hasta su príncipe azul.

¿Y qué pasa cuándo la vida no te brinda aquello que imaginaste?

Pues pasa, que aún así, tardamos en aceptarlo. Retrasamos el dolor. Nos justificamos y lo justificamos todo, cuando en realidad lo que queremos justificar es el sentimiento de frustración que provoca el fracaso.

Es como cuando quedas con alguien que no se presenta a la cita. Al principio esperas. En los primeros 10 minutos de espera no te impacientas, porque está dentro de la normalidad que pueda retrasarse un poco. A los 10 minutos dices "bueno, seguro que le cogió atasco...".Pasan 10 minutos más: "quizás se entretuvo en el trabajo y llega un poco más tarde...". Pasan otros 10 minutos: "¡seguro que le ha pasado algo!. Llamas por teléfono, y aún sin contestar sigues pensando que llegará, tarde, pero vendrá.
Hasta que no llevas una hora cual perrito que espera a su amo, no admites la realidad.

Del castillo, a la arena directamente. Se desmoronó, y aún así hemos estado durante una hora justificándolo, poniendo excusas para retrasar el dolor: la decepción.

Y esto hacemos con todo. Este es un ejemplo muy ilustrativo y en nuestras vidas millones de experiencias decepcionantes.



La oreja de Van Gohg. "Dulce locura" Una historia decepcionante...




Lo ideal sería no esperar nada. Así todo lo que venga será un regalo... aunque, no es fácil. Si viviese en el monte, rodeada de monjes budistas ue sólo se dedican a meditar, pues quizás fuese más sencillo. No podemos evitar construir castillos rodeados de millones de estímulos diarios que nos dicen: "sueña, sueña, sueña..." : si llevas éste desodorante, hasta los ángeles caerán a tus pies... si compras este coche, serás la envidia de la oficina... si te pones ésta crema, se acabarán las patas de gallo... Constantemente estamos comprando sueños.
También podríamos tener expectativas, pero no muy altas, es decir: no construyas un castillo, constuye más bien una cabañita de paja por si viene el lobo feroz y le da por soplar...

Yo soy más bien de soñar. Una soñadora nata, una gorriona de altos vuelos. Por eso soy también de caerme (y a veces desde lo más alto).
Claro, si esta lavadora que tengo por mente pudiese parar alguna vez de centrifugar, quizás podría no pensar, no imaginar, no soñar... Podría quedarme en casa, quietecita, sin hacer nunca nada y de esa forma tendría asegurada la "estabilidad emocional", entendiendo estabilidad emocional como ese estado plano en el que ni subes ni bajas: un estado eterno de felicidad aletargada.

Y ¿qué aburrida sería la vida, no?

Yo prefiero seguir soñando, luchando cada día por lo que quiero, deseo y necesito, involucrarme en las cosas que me importan, comprometerme con la gente que quiero. Y si todo ello significa poderme llevar alguna decepción (o gran decepción), al menos habré intentado hacer realidad mis sueños.

Al fin y al cabo en mi decepción (y en mis sueños) también sigo siendo yo.
 
                                                               "Cada cual es lo que sueña, sueñe un poco cada cual"



Rosana. Si pongo corazón. Para mí, una de las canciones a escuchar en los días de bajón.

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